Viernes, 28 de septiembre
Hoy, decididamente, no es mi día. En menos de tres horas he perdido la toalla, las llaves y la tarjeta del banco. Afortunadamente he acabado encontrado todo. Por la tarde lo que había desaparecido es un jersey y ese sí que no lo he hallado.
He salido, con la intención de caminar hasta una casa que fui a ver ayer para ver cuanto se tardaba por otro camino distinto del que cogí también ayer, y ha caído el chaparrón del siglo. Cuando me he subido al autobús iba chorreando, literalmente, y eso que llevaba paraguas. De hecho, un hombre me ha parado en medio de la calle porque llevaba los pantalones tan mojados que se me iban pegando a la piel y me ha dicho que era muy naughty.
Por la noche hemos ido a un evento de Ceilidh con la universidad. Lo bueno ha sido que había bastante gente que sabía por lo que no era tan torpe la visión general; lo malo, como siempre, lo atestado que estaba. La músico me ha encantado porque eran temas tradicionales modernizados mediante violín eléctrico, batería y demás. ¡Se nota tanto la diferencia del tiempo en la música en vivo comparada con la música grabada! Además, he visto más hombres en kilt en cuatro horas (sí, cuatro horas seguidas bailando Ceilidh) que en el resto de los días que llevo en Edimburgo. Aun así, no termino de verle la gracia a la faldita.
Aunque me divertí mucho, os aconsejo que nunca NUNCA bailéis con chinos, al menos hombres. No es por ser racista ni nada por el estilo, pero no se enteran ni del nodo, aun después de estar repitiendo los pasos 80 veces, no hacen suficiente fuerza para contrarrestar los pesos, se pierden, van lentos... en fin, todo un cuadro. Los hindúes les van a la zaga.
En el último baile, después de tanto moverte, sudar, con el cansancio, la sed, el dolor en todo el cuerpo y las vueltas que lo componen, creía que me mareaba. Afortunadamente, conseguí terminar. Hubo otro baile hacia el final un tanto original: uno de los pasos consistía en que dos chicos se ponían de frente y sus parejas, o sea, las chicas, nos colocábamos entre ellos también de frente. Nos cogían de la cintura y nos daban vueltas sin que tocásemos el suelo, como si fuésemos helicópteros. Desde fuera parece que no pero ganas mucha veolocidad, y con la cantidad de vueltas que te dan todo te acaba girando alrededor ¡y encima no tienes tiempo para recuperar la orientación! En este baile acabé con la espalda echa polvo porque, por supuesto, la tendencia del cuerpo es irse hacia fuera, y como te tienen bien sujeta (deberías estar bien sujeta), por donde te agarran se te acaba irritando, por esto mismo también se te arquea la espalda y no puedes hacer nada por evitarlo y mantenerla más recta. Pero bueno, en cualquier caso, me gustó mucho.
Sábado, 29 de septiembre
Hoy es la primera mañana que paso en el albergue y he podido observar claramente la diferencia entre turistas y "residentes". El mejor ambiente es, sin duda, el de los segundos; lástima que mis horarios universitarios me obligan a mezclarme casi a diario con los primeros.
No he hecho gran cosa, he quedado con mi buddy y por la noche he salido un rato. Fin. Lo curioso ha sido la cantidad de despedidas de soltero que había; lo no tan curioso es la pedalea que llevaban muchos. Aquí beben bien bien (bien de cantidad), y las chicas iban todas vestidas de manera similar; me recordaban a las de Geordie Shore, supongo que es lo que tiene que sean todas británicas y, al fin y al cabo, Newcastle tampoco pilla tan lejos.
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